por Mario Lavia (*)
La guerra en Europa superó la mayoría de los pronósticos y por desgracia continúa su curso. A más de un año de las primeras noticias sobre una inminente invasión rusa a Ucrania, se hace evidente que no se trata de un conflicto pasajero y que el invierno argentino asoma a la vuelta de la esquina.
En 2022, Argentina sufrió un impacto económico negativo: el petróleo y el gas tuvieron fuertes incrementos de precios, y nuestro país aumentó su déficit energético, alcanzando casi los 5 mil millones de dólares de importación. En comparación con 2021, el déficit comercial de hidrocarburos se multiplicó por ocho.
Durante este proceso de reconfiguración y las duras consecuencias económicas del enfrentamiento bélico, surgieron los problemas internos que el país arrastra hace años: un furioso ciclo inflacionario que perjudicó sin reparos al bolsillo de los trabajadores, a quienes representamos desde la Federación y defendimos a través de paritarias constantes.
Este movimiento de precios, claro, también dificulta el crecimiento de las grandes y medianas empresas, incluyendo aquellas vinculadas con la producción de hidrocarburos que plantean seriamente invertir a largo plazo en la infinidad de oportunidades energéticas que presenta el suelo argentino.
Nos encontramos, entonces, dentro de un escenario a nivel internacional donde se deben tomar cartas en el asunto y evitar que el invierno 2023 produzca, otra vez, una escasez energética de la magnitud de lo vivido el año pasado.
Las grandes inversiones necesitan previsibilidad y son necesarias para fortalecer y sostener la infraestructura de los proyectos. Por caso, la prórroga que extiende el permiso de exploración a YPF y Equinor en el área offshore del Mar Argentino, que comprende un bloque de 8.965 kilómetros cuadrados en la Cuenca Argentina Norte, requiere también de un acompañamiento integral.
Es cierto que uno de los proyectos macro más importantes es el Gasoducto Néstor Kirchner, que se extiende desde la localidad neuquina de Tratayén hasta Salliqueló, en la provincia de Buenos Aires, atravesando Río Negro y La Pampa. Sin embargo, y aunque fue anunciada su finalización para junio de este año, los especialistas entienden que su operatividad no podrá desplegarse por completo este invierno. De hecho, necesitaría otro para exportar gas licuado.
Argentina también tuvo problemas con el gas licuado y con el gasoil el año pasado, y como agregado, Vaca Muerta ha demostrado no ser suficiente. La guerra, evidentemente, ya no puede ser una excusa, por lo que es hora de ponerse manos a la obra y atender las oportunidades.
El anhelo de un plan energético a largo plazo es algo que comparten las grandes corporaciones con las pymes y por supuesto, los trabajadores, quienes posibilitan el desarrollo de la actividad.
Una estrategia integral debe aprovechar el vacío que está dejando la guerra en el campo global del abastecimiento. Básicamente, el mundo está demandando gas natural y el gas de Argentina en las plataformas offshore es la solución para el problema.
No consiguió convertirse en la pieza fundamental de la solución, ni obtener rédito del repunte histórico de la demanda de hidrocarburos. Así las cosas, no le quedó otra que aceptar los valores registrados durante la escalada de precios.
Si bien, como país perdimos este primer atajo hacia la independencia económica debido a la falta de previsión y una serie de malas decisiones e implementaciones de larga data, la buena noticia es que en el mediano y largo plazo todavía podemos efectivizar la promesa de explotación offshore en la cuenca norte.
El desarrollo de dicha actividad tiene un potencial exploratorio unas cinco veces más grande que el de la cuenca neuquina de Vaca Muerta. Además, la proximidad del proyecto bonaerense a los grandes puntos de demanda energética representa una ventaja de amplio valor logístico a la hora de considerar el transporte de los hidrocarburos.
En resumen, cubierta la demanda interna entre ambos yacimientos, ya sin la necesidad de importar en barcos el costoso GNL y con el gas como principal puente hacia las energías limpias, Argentina transitará una nueva oportunidad para posicionarse con peso propio en el escenario internacional.
Con la actividad offshore en plena pujanza podrá exportar, ahorrar en divisas y comenzar a percibir con mayor certeza y menor cinismo aquellas proyecciones que nos imaginan como una suerte de nueva Noruega u otro Dubai, siempre y cuando acompañen los gobiernos más allá del color político. Si estancamos estos proyectos, Argentina deberá sufrir otro crudo invierno de déficit energético.
(*) Secretario adjunto de la Federación Argentina Sindical de Petróleo, Gas y Biocombustibles (FASiPeGyBio).